Todo marcha acorde al plan

 

Todo marcha acorde al plan

Seis cuentos de ciencia ficción para entender el presente argentino

Por Diego Briata

No hay contradicciones, solo enemigos. No hay zonas grises, solo aliados o casta. No hay presente, solo un plan. Y todo, según repiten como un mantra Javier Milei y su estratega Santiago Caputo, “todo marcha acorde al plan” (TMAP). Una frase que, lejos de tranquilizar, resuena como una contraseña de vigilancia, una coartada para el desastre, una promesa de orden sin alma.

Frente a ese horizonte distópico que ya no necesita máscaras futuristas —porque se nos volvió cotidiano—, propongo leer seis cuentos como espejos fragmentados del país. No para explicarlo, sino para seguir sospechándolo.

I. Philip K. Dick – “La fe de nuestros padres”

Un Estado mundial que gobierna por alucinación. Un dirigente supremo que es a la vez dios, insecto, máquina. En este cuento, Dick lleva al extremo la lógica de la percepción manipulada: la verdad es una droga que solo algunos pueden tolerar. El resto vive anestesiado por pantallas, discursos y frases prefabricadas.

Hoy, entre cadenas de tuits y conferencias enardecidas, la narrativa pública se sostiene sobre una economía del lenguaje agresiva: no hay conceptos, hay etiquetas. Palabras como “libertad”, “plan”, “casta” y “anarcocapitalismo” se repiten como memes de gestión, mientras una catarata de insultos sustituye el intercambio de ideas. “Zurdos”, “parásitos”, “degenerados fiscales”. No se trata solo de violencia simbólica: es una ingeniería discursiva donde cada palabra busca borrar la complejidad.

II. Stanislaw Lem – “Viaje vigésimo primero”

Ijon Tichy, astronauta de Lem, cae en planetas donde el orden ha sido llevado al absurdo racional. En uno, las emociones han sido eliminadas para mejorar la productividad. En otro, los habitantes siguen cumpliendo funciones vacías cuyo sentido original se ha perdido hace tiempo.

Basta mirar las políticas públicas convertidas en gráficos, la vida cotidiana reducida a un balance, los derechos transformados en “gasto”. El Excel gobierna más que cualquier humano. La gestión ya no necesita legitimidad, solo eficiencia. La fórmula TMAP aparece como blindaje retórico ante el dolor que genera.

III. Ray Bradbury – “El peatón”

Un hombre sale a caminar y es detenido. Su crimen: no estar frente a la pantalla. El mundo que narra Bradbury está tan normado, tan vigilado, que cualquier gesto de pausa o de curiosidad se vuelve sospechoso.

Eso mismo parece buscar el universo libertario: la destrucción del lazo social, el vaciamiento del Estado, la conversión de la vida común en una serie de microtransacciones individuales. No hay otros, hay usuarios. No hay calle, hay delivery. No hay derechos, hay contratos. En ese mundo, salir a caminar, pensar en voz alta, mirar al vecino, es ya un acto subversivo.

IV. J.G. Ballard – “La concentración”

Una ciudad infinita, sin bordes ni ventanas. Un protagonista intenta escapar, pero solo encuentra pasillos, repetición, burocracia. Todo marcha acorde al plan. No hay falla. No hay afuera.

Así también se vive hoy: como en una arquitectura que niega la fuga. Las decisiones políticas se presentan como ineludibles. No hay espacio para la pregunta, solo para la obediencia. Si hay sufrimiento, es porque “hay que pagar el precio”. Si algo duele, es que está funcionando. El colapso no es una excepción: es el modo. Es la unívoca ingeniería del caos.

V. Félix Guattari  – “Un amor de UIQ

En Un amor de UIQ, Félix Guattari inventa una historia de amor imposible entre una mujer y una entidad que habita el subsuelo vibrante de la comunicación. UIQ no puede ser visto ni tocado, pero interfiere, desordena, altera. Es el deseo como anomalía molecular, como ruido que impide la totalización.

Frente al TMAP, el amor. Frente al algoritmo, el temblor. Frente a la frase vacía que todo lo justifica, el balbuceo de lo que no se puede gobernar: una risa, una asamblea, un abrazo, una caminata. UIQ no viene a salvarnos. Solo a recordarnos que algo todavía escapa. Y eso, tal vez, sea más político que cualquier programa.

Epílogo de carne y polvo

VI. Franz Kafka – La metamorfosis

Gregor Samsa despierta una mañana convertido en un insecto. No hay explicación. No hay por qué. Solo el hecho consumado, la vergüenza, la imposibilidad de comunicar el propio dolor. Kafka no escribe sobre la transformación: escribe sobre la exclusión que viene después.

En la Argentina actual, miles se despiertan cada día convertidos en algo que ya no encaja. Quedarse sin trabajo, sin subsidio, sin cobertura, sin pertenencia. El lenguaje los nombra con números, pero su cuerpo ya no tiene traducción. No hay red que los sostenga. No hay nadie que los escuche golpear desde adentro. El plan sigue. TMAP se imprime en cada recibo de sueldo que desaparece, en cada olla vacía, en cada mirada que se desvía.

Si este presente distópico parece escrito entre un episodio de Black Mirror y una elección signada por el odio, la ciencia ficción no viene a explicar ni a salvar. Viene a estorbar. A decir lo que no cierra. A prender fuego con palabras el lugar exacto donde todo parece sellado. Porque incluso en un sistema que lo planifica todo, imaginar sigue siendo una forma de fuga. Aunque sea susurrando. Aunque sea, todavía, desde las ruinas de un cuento.

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